«Mi amor, ¿quién nos cuidará ahora?»
 
													En un conmovedor acto de despedida, Yelenis Johan Laguna se encontraba al pie del ataúd, llorando y abrazando los uniformes de su difunto esposo. La fragancia de su ser amado aún parecía estar impregnada en la camisa que sostenía. Con el corazón desgarrado, repetía las mismas palabras una y otra vez, como si eso pudiera detener el tiempo o, de algún modo, devolverle la vida: «Oh, mi hombre gordo, ¿por qué me dejaste? No lo es. Tuvimos tantos sueños juntos que ahora parecen desvanecerse en el aire».
El Subintendente Ronald Andrés Montañéz Quijano fue enterrado la semana pasada en el cementerio Jardines de Paz en Santa Marta. Este adiós se hizo envuelto en una mezcla de ira, impotencia, tristeza y amor.
Amigos, vecinos, camaradas y familiares todavía se encuentran en estado de choque, cuestionando cómo un hombre tan lleno de vida —alegre, bondadoso y dedicado a su labor como policía— pudo ser víctima de una muerte tan cobarde.
Fue un ataque brutal
La noche del ataque, Ronald, que servía en la carretera metropolitana de la policía, se encontraba en un puesto de control en el Corregimiento Palermo, jurisdicción del sitio Nuevo Commune. Allí, un grupo violento compuesto por al menos ocho hombres armados lo emboscó, atacando no solo a él, sino también a tres de sus compañeros.
A pesar de sus intentos de defensa, Ronald fue alcanzado por múltiples disparos y tuvo que ser trasladado de urgencia al Centro de Salud en Barranquilla. Desafortunadamente, falleció pocas horas después. A la edad de 36 años, Ronald había cumplido más de 18 años de servicio en la policía y había acumulado impresionantes reconocimientos, incluyendo 82 felicitaciones y 9 decoraciones. Su vida, llena de logros y dedicación al servicio público, fue trágicamente interrumpida por las balas de un grupo criminal.
Ronald Andrés Montañéz Quijano. Foto:Policía
Su esposa, casi en un estado de negación, no quería alejarse del ataúd. «Ahora, ¿quién me ayudará? ¿Quién organizará las caminatas? ¿Quién cuidará de la niña y de mí?» se preguntaba, incapaz de aceptar la dura realidad que enfrentaba.
Junto a ella, su hija Dan Valentina, de solo 10 años, permanecía en silencio, con lágrimas en sus ojos. A veces sollozaba, buscando consuelo en los brazos de familiares cercanos. Es desgarrador pensar que esa pequeña no podía asimilar que su padre, que la había abrazado y llenado de amor, no regresaría jamás.
Un hombre ejemplar
Ronald era mucho más que un simple policía; era un padre amoroso, un esposo cariñoso y un hermano ejemplar. Así lo recuerda su padre, Manuel Montañéz Pinto, quien viajó desde Bucaramanga para despedir a su hijo. Entre el dolor y la tristeza, Manuel expresó con emoción: «Mi hijo siempre me hizo sentir orgulloso. Era un verdadero héroe de mi tierra natal».
Para su jefa, Gloria Milena Calvo Agudelo, líder de la sección de Tránsito y Transporte de Magdalena, Ronald era un ejemplo brillante de compromiso y vocación. «Su sonrisa era permanente y su disposición siempre increíble. El año pasado, ganó una beca para un curso internacional en Brasil, y todos lo amaban».
Finalmente, su hermano, Manuel, al despedirse, expresó su dolor: «No tiene sentido matar a una persona así». Las palabras resonaron con un profundo lamento en todos los presentes.
El pasado jueves, 1 de mayo, Santa Marta y el país entero se despidieron de un buen hombre, un funcionario que dedicó su vida al bienestar de los demás. Su nombre se añadirá a la lista infinita de víctimas del conflicto armado y el narcotráfico en Colombia. Sin embargo, para su familia, Ronald no será solo otra estadística; siempre será recordado como un padre, esposo e hijo que vivió con honor y murió con dignidad.
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