90 años después de la muerte de Carlos Gardel, la tragedia que selló el amor de Colombia por el tango – Primer plano


El 23 de junio de 1935, un día antes de su trágico final, el legendario Carlos Gardel ofreció su última presentación en vivo. Fue en Bogotá, en la estación La Voz de la Victor, cuyos estudios en la Plaza de Bolívar estaban llenos de miles de personas que lo escucharon por encima, según la biografía de Felipe Pigna. Agotado por la gira y con un mal presentimiento en los vuelos, Gardel se despidió de los bogotanos con un «No sé si volveré, porque el hombre propone y Dios elimina», antes de que el tumulto lo hiciera perder un zapato cuando se fue. Esa misma noche, en una despedida íntima, el «criollo Zorzal» cantaría «My Buenos Aires», su último tango, de la capital colombiana distante y montañosa.

A Gardel no le gustaban los aviones, prefería el «pequeño bote y el freno». A pesar de su sentimiento, aceptó volar a Cali en el Ford Trimotor F-31 de la compañía SACO, haciendo una escala técnica en Medellín. El adiós en el aeropuerto del techo, en Bogotá, fue enorme y capturado en un disco gráfico emocional, convirtiéndose en la última imagen del artista. En Medellín, una masa de fanáticos lo esperaba.

El fatídico 24 de junio, a las 3:05 pm, el avión de Gardel, en un intento por despegar en el aeropuerto de Olaya Herrera en Medellín, se estrelló contra otro avión, los «Manizales», de la compañía Scadta. La colisión, entre dos aviones llenos de combustible, causó un incendio inmediato visible desde la ciudad. Carlos Gardel, de 44 años, murió con otras 16 personas. El shock era mundial, paralizando a Medellín, donde miles llegaron a presenciar la tragedia. De él, solo sus espuelas de Gaucho y algunas monedas permanecieron, entre los restos calcinados.

Ese día, el ídolo murió, pero nació el mito. La tragedia consolidó una profunda devoción al tango en Medellín y la zona de café, convirtiendo el género en parte de la identidad antioquia, aunque ya tenía raíces en el país. Como señala el semiólogo Gonzalo Baquero, la muerte de Gardel fue el sello final, haciendo que las «Paisas» se inclinen a tangos más «fuertes» y el suburbio. Bogotá también estaba paralizado; La noticia se extendió en minutos, agotando las ediciones de los periódicos. En Buenos Aires, Tangos no se salvaron esa noche en ningún teatro, y en Nueva York, un admirador se le quitó la vida.

Gardel, que también tuvo una aventura en Bogotá, según algunas versiones, disfrutó de la capital. Subió a Monserrate, probó platos típicos e incluso lideró sin licencia, siendo multado. Sin embargo, anhelaba un cambio de vida, cansado de una expansión, que había agregado más de 60 presentaciones en unos pocos meses. Planeaba regresar a Francia al final del año para visitar a su madre y luego dedicarse solo a la radio, los discos y el cine. Su cuerpo, ironías del destino, viajaría esas selvas y montañas colombianas, pero por tierra, en su camino de regreso a su amado Buenos Aires.

Extracto de artículo por Emma Jaramillo Bernat, Publicado originalmente en El país

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